Debe cansar un poco que cada vez que menciono un título coloque su nombre original, generalmente en sueco... ¡alguien tiene que enterarse que Bergman me obligó a adquirir rudimentos de sueco!
Fuera de bromas, la traducción de los títulos tiene más de un conflicto que hace a la interpretación de la obra, así que por mi parte tomé la costumbre de nombrarlas (y pensarlas) en sueco, ya que con tan poco rigor vienen traducidas al castellano.
El título de una obra no es algo baladí: es uno de los signos más importantes que el autor utiliza para situar interpretativamente su obra; cambiando el título podemos verdaderamente desorientar al espectador. Por eso me gustaría referirme a algunos de esos conflictos, los que me parece que son más relevantes en cuanto a sus consecuencias interpretativas, y ya de paso aproximarnos a algunas obras, así que.... llevará un tiempo este tema de la suite.
«Till Glädje»
Ya tenemos este problema en una de sus primeras obras: «Till Glädje», de 1950 (8º título de su filmografía). Se está comercializando en España (recién ahora, que se ha vuelto a poner un poco de moda Bergman) con el título de «Hacia la felicidad», que hace pensar en que la película plantea un trayecto del protagonista hacia la felicidad, o algo así: tal vez sea que se le muere la esposa justo cuando se comenzaban a llevar bien, y el protagonista (varón e inútil, como no sea un mediano violinista) queda con dos hijitos a cargo, y una de ellas en el hospital... ¡ya me dirán dónde ubicamos la felicidad en todo esto!
Es que «till glädje» podría traducirse como «hacia la felicidad», pero no es la única lectura posible. Más bien daría la impresión de que la versión al castellano es una lectura servil del título, que no tuvo en cuenta que «Till glädje» es la traducción sueca del título de la oda de Schiller «An Die Freude», es decir: «A la Alegría», título a su vez del himno beethoveniano, que forma parte central de la trama de la película. «Hacia la felicidad» carece de relación con la obra, «A la alegría», en cambio, que es lo que Bergman puso (en sueco, naturalmente) expresa exactamente el sentido de la obra, que se desvela en la exhortación final del director de la orquesta cuando están ensayando, precisamente, el Himno a la Alegría de la 9ª de Beethoven:
«[...] No una alegría que se expresa con risas, o diciendo: 'Soy feliz'.
Me refiero a una alegría que es tan grande, tan particular, que va más allá del dolor y la desesperación.
Es una alegría más allá de toda comprensión.»
Hecha la aclaración del título, comentaré que es uno de mis títulos preferidos dentro de la primera producción bergmaniana: es juvenil, es fresca, profunda, visualmente bella, y con un Victor Sjöström en el papel de director de orquesta y padrino de la joven pareja que es como para desear que la película dure horas. Y además, protagonizando por encima de los protagonistas humanos, está la música, que es -como en muchas obras de Bergman- un elemento central.
«Fängelse»
Hay algunos problemas menores en la traducción de algunos otros títulos de esta época; por ejemplo: ¿por qué llamar «El demonio nos gobierna» a «Prisión» («Fängelse»), de 1949? Es verdad que «El demonio nos gobierna» es el título de la obra que se va a filmar dentro de esta obra (es cine dentro del cine), pero precisamente no debería usarse ese título para nombrar la película: es confundir más de lo adrede confusa que es ya la estructura narrativa.
«Kvinnors väntan»
«Tres mujeres» es «Kvinnors väntan», de 1952, algo asi como «espera de mujeres», que sería mucho más adecuado que «tres mujeres», ¡del momento en que además son cuatro! (aunque sólo tres cuenten historia). Es cierto que «espera de mujeres» no dice demasiado, pero puestos a fantasear, más descriptivo y acertado que «Tres mujeres» podría haber sido «charla de mujeres», o «cosas de mujeres», ya que de eso trata la película: de la charla sobre maridos que ocupa el tiempo en el que estas mujeres esperan la llegada de sus maridos.
Y aprovecho a recomendar de esta última a una Eva Dahlbeck (primera película con Bergman) hermosa y que está muy en su papel -y en estupenda pareja con Gunnar Björnstrand- y a la que veremos por tan sólo cuatro títulos más antes de retirarse por completo de la actuación.
«Såsom i en spegel»
Una de las primeras películas de Bergman que vi, luego de «El séptimo sello», fue «Såsom i en spegel», bien traducida en España como «Como en un espejo», pero que yo vi con apenas 15 años (así que poco conocimiento y experiencia en muchas cosas, y en éstas también) como «Detrás de un vidrio oscuro». Confieso que no entendí nada de la película, pero -y es uno de los «efectos Bergman»- quedé enamorado de la historia (y de Harriet Andersson, claro...). Una de las cosas que me preguntaba era, precisamente, de qué «vidrio oscuro» se trataba. Es cierto que la protagonista se calza unas gafas de sol antes de ir a ser internada en el manicomio, pero parecía una imagen demasiado débil como para dar título a la película.
La vi muchísimas veces más en esos años -entre otras cosas porque era uno de los seis títulos que ponía el viejo cine Cosmos 70-, la fui comprendiendo mejor, pero nunca se me revelaba el misterio del «vidrio oscuro». Fue recién cuando la volví a ver en España (tuve que reaprender los títulos de varias, tan distintos eran) que me desayuné que el «vidrio oscuro» no era sino una servilísima traducción del inglés, y que el título auténtico no hace alusión a ninguna gafa de sol sino -mucho más en consonancia con la historia- al «ahora vemos como tras un espejo», de la Primera Carta a los Corintios de San Pablo (1Cor 13,12).
Lo que ocurrió con el tal título puede resumirse así:
-Bergman escogió la cita paulina en la versión sueca estándar:
«Nu se vi ju på ett dunkelt sätt, såsom i en spegel...» (ahora vemos confusamente, como tras un espejo...)
-El traductor al inglés, ya sea porque hizo su trabajo con cuidado, ya sea porque haya sido advertido de que se trataba de una cita bíblica, buscó la «King James version» y copió la equivalencia: «Trough a glass darkly», que a lo mejor no es la mejor traducción de San Pablo, pero remite a lo que Bergman había remitido, es decir, a 1Cor 13,12: «For now we see
through a glass, darkly...»
-El traductor argentino, vaya a saber por qué motivo -quizás por simple vagancia-, se limitó a traducir literalmente del inglés, sin tomarse el trabajo de consultar cualquier biblia en castellano, católica o protestante, donde se hubiera encontrado con «como por un espejo», o algo muy similar, pero en tal caso nunca un «vidrio oscuro»; ¿lo habrán confundido también las gafas de Harriet Andersson?
«Persona»
El título de «Persona» me resulta confuso, y habrá que dedicarle unos párrafos en el apartado correspondiente, en principio tan sólo apuntar que, aunque internacionalmente esté consolidado este nombre de «Persona» en todos los idiomas, y que parece hacer alusión al significado filosófico de la palabra, en sueco la palabra «persona» no existe como tal, sino que existe «person» (y ninguna de sus desinencias es con
a), que significa «persona» en el sentido más filosófico; así que cuando Bergman la llama «Person
a» (y efectivamente podemos escucharlo a él mismo llamarla así en las entrevistas del 2004 o en otras) quizás en realidad esté usando la palabra en inglés «persona», que fue el título internacional de la película, y que no significa el término filosófico «persona» (que en inglés también es person) sino el teatral «personaje». En bien de esta interpretación podría agregarse que el título sueco con el que Bergman la trabajó (y que luego cambió por «Persona») fue «Kinematografi», un término culto y afectado en sueco para referirse al cine.
«Vargtimmen», «Sommaren med Monika», «Scener ur ett äktenskap»
Luego siguen las malas traducciones, o al menos imprecisas, como «La hora del lobo» que es verdad que es literal del sueco («Vargtimmen»), pero que en su idioma hace alusión a un momento de la noche (a eso de las 4 de la mañana, antes del amanecer), que además es un momento especial en algunas películas de Bergman, ya que muchas cosas pueden ocurrir a esa hora (ver, por ejemplo, en Sarabanda o De la vida de las marionetas), mientras que en castellano no evoca nada, y más bien hace creer que la película es «de miedo». «Sommaren med Monika» no es literalmente «Un verano con Mónica» sino «El verano con Mónica», que parece más consonante al hecho de que ese verano determina toda la vida del protagonista. Hay que incluir, como no, «Scener ur ett äktenskap», que parece que da más morbo traducirla como «Secretos de un matrimonio» en lugar del más literal, más correcto y más ajustado al contenido «Escenas de un matrimonio», que eso es, precisamente, esta obra crucial de la filmografía bergmaniana.
«Larmar och gör sig till»
Pero claro, todo lo anterior es nada al lado del invento de «En presencia del payaso»; título ridículo que ni siquiera cuenta con la (dudosa) creatividad del traductor castellano, sino que es servil y literalmente traído de la versión en inglés: «In the Presence of a Clown». No sé cómo llegó ese título; lo único que se me ocurre es que le hayan preguntado a Bergman cómo se podría llamar internacionalmente, y haya puesto como segundo título éste, que haría alusión al payaso con el que sueña Carl Åkerblom, el protagonista (y que, dicho sea de paso, es una tremenda evocación del Frost de «Noche de circo», lo que le agrega otra «transversalidad» a una obra difícil de asir). Pero contra la hipótesis de que haya sido Bergman el que puso ese segundo título está que el traductor italiano tradujo como pudo el título original, le puso «Vanità e affanni», que da una mejor idea que ese disparate del payaso.
¿Cómo se llama la película? pues «Larmar och gör sig till», que viene a ser algo así como «se agita y pavonea delante». Es cierto que «en presencia del payaso» tiene más atractivo comercial que «se agita y pavonea delante», pero seamos sinceros, ¿quién que vaya a ver el Bergman de 1997 se preocupa de que el título «venda» más o «venda» menos?
Además el título original tiene la ventaja, nada despreciable, de que se relaciona con la película: La obra comienza con una cita del Macbeth de Shakespeare, del acto V, escena V, que dice
«Life's but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more. It is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing»
«La vida no es sino una sombra errante, un pobre actor que se agita y pavonea una hora en el proscenio, y luego ya no se lo escucha. Es un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y furia, que nada significa...»
En sueco:
En skugga blott, som går och går, är livet. En stackars skådespelare, som larmar Och gör sig till...
Es decir: «Larmar och gör sig till» no es sino un fragmento de esta cita; y puesto que la original en inglés figura en el primer minuto de la obra, bien se podría haber ayudado al espectador a relacionar el título -en el idioma que fuere y a través de un sencillo subtítulo- con la cita shakespereana, que tan pertinente y ajustada es al contenido del film, una historia efectivamente «told by an idiot».
En fin, volveré sobre esta película en algún momento. Me gustaría, sí, señalar como curiosidad que los invitados al estreno del delirante «cine sonoro», en el que consiste la película, no son otros que los personajes de Nattvardsgästerna (Los comulgantes/Luz de invierno), excepto el pastor que «no pudo venir porque estaba con gripe»; una humorada -o guiño de ojo, si se prefiere- para quien recuerde que en Nattvardsgästerna el pastor se la pasa estornudando y resfriado. Pero el rasgo más cómico de esta alusión es que Nattvardsgästerna se ubica inequívocamente después de la segunda guerra mundial (Jonás está preocupado por las bombas atómicas), mientras que «En presencia...» lo hace en 1925, así que es de todo punto de vista imposible que vayan a la función la viuda de Jonás, Marta Lundberg, el organista, etc... que no habían nacido. Licencias que un autor como Bergman se puede permitir para arrancar una sonrisa en obras tan complejas y aparentemente adustas.