La obra está fechada en septiembre de 1986. Aunque para ese momento había hecho -desde Fanny y Alexander- algunas películas para TV ("Después del ensayo", "Los dos elegidos", "Don Juan" de Moliere), un breve reportaje fotográfico sobre su madre, "El rostro de Karin", el "Documento Fanny y Alexander", seguía trabajando en el teatro, y su posición como creador de referencia internacional está consolidada, de todos modos el libro resuma melancolía por el anunciado cierre de su larga etapa como director cinematográfico, cuarenta años bien contados.
Claro que todos sabemos (él también) que hizo trampa, ¡a Dios gracias!, así que a Fanny le siguieron las mencionadas, y además "El último grito", "En presencia del payaso", "Creadores de imágenes", "Sarabanda"... y las obras con libro de él filmadas por Bille August, Daniel Bergman o Liv Ullman.
En "Bergman y el Teatro", de 2004, se "defiende" de esta pequeña pero fructífera trampa diciendo que lo que vino después es todo para TV, que es otro medio, así que él considera Fanny y Alexander su última obra cinematográfica. La cuestión es casi terminológica, pero como sea, cuando escribe Linterna la presión sobre el ánimo del fin de una etapa personal parece evidente.
Ése es un aspecto del libro: un muy ácido recorrido por su carrera cinematográfica, hecho de anécdotas, de personas y cosas que lo rodearon. Menciona sólo las grandes etapas, generalmente ligadas a títulos muy conocidos, pero nunca con autoindulgencia, y sí, en cambio, con -por momentos- una excesiva autocrítica, que puede volverse un tanto molesta.
Y con ello se cruza el segundo aspecto del libro: la galopante neurosis que lo hace volver una y otra vez, no a evocar los conflictos de infancia, sino a revivirlos, con las mismas cargas emocionales, de odios y amores, que le dan por un lado un tono muy especial de "recuerdo vivo", y por el otro electrizan un poco cuando uno se da cuenta que simplemente está participando como espectador de un impiadoso ejercicio de terapia literaria. Este aspecto del libro trata ni más ni menos que de la "novela familiar" que mencioné en otro artículo, usando adrede la expresión acuñada por Freud.
Un tercer aspecto, tal vez el menos interesante, es la puesta en datos y autodefensa ante algunos de los incesantes cotilleos en torno a su persona: el affaire impositivo, los casamientos y divorcios, etc.
Estas tres "figuras", líneas sinuosas que sigue la obra, se cruzan en diversos puntos, sin llegar en ningún momento a formar un libro unificado de memorias profesionales, personales o emocionales.
Cuando avanzaba en la lectura e iba aproximándome a un juicio semejante, lo comenté con un amigo, y me dijo: "das pocas ganas de leerlo". Es verdad: no creo que sea un libro para disfrutar aquellos a los que les guste el género "memorias", si no tienen una especial vinculación con Bergman, tampoco para aquellos que se quieren aproximar a la obra de Bergman (para ello lo mejor siguen siendo sus películas). Los momentos en donde se deja llevar por su relación con la expresión artística, y habla del montaje de una obra, o de hallar una solución a una cuestión de concepción de una obra, etc. son verdaderamente sublimes, al igual que cuando retoma recuerdos puntuales en torno a sus películas, y uno agradece que haya escrito el libro; sin embargo, el conjunto requiere un esfuerzo consciente para seguirlo y apreciarlo.
Como estamos en una época cada vez más rosa y cotilla, tal vez lo que digo sea exactamente al revés, y lo que más guste sea precisamente su novela familiar... pero personalmente me cansa mucho, y me da -¿cómo lo diré?- cierta "vergüenza ajena" la sobreexposición de detalles íntimos. Ya resulta cargoso que haya dejado en manos de otros directores argumentos como "Las mejores intenciones" o "Confesiones privadas", con estos mismos retazos de su novela familiar; pero son buenas películas, y uno las puede ver sin referencia a la familia Bergman. Ahora bien, tener que leer del aborto obligado de la hermana, del amante de la madre o de la parálisis neurótica del hermano, me resulta, más que cargoso, superfluo.
Quien conozca la obra de Bergman, quien aprecie la significación de Bergman como nombre al que remite un arte que va más allá de los conflictos personales de su creador (es decir, como todo arte cuando lo es), quien incluso aprecie la "novela familiar" como código expresivo pero no como clave de comprensión de la obra de arte, leerá sin duda este libro, que carece de importancia como hito literario, pero la tiene -y mucha- en ese horizonte bergmaniano.
Quien ande despistado en la obra de Bergman, y se haya dejado llevar por eso que circula tanto por internet (resabios de un romanticismo tardío y decadente) que es interpretar las obras de arte según los conflictos personales, a menudo novelados, ficticios e irrelevantes, de sus autores, puede salir de este libro completamente confundido y con esa creencia consolidada.
Si luego de leer el libro creemos entender mejor Fanny y Alexander, es que nos hemos enredado y despistado en la novela familiar; si, por el contrario, al cerrarlo nos preguntamos cómo puede ser que semejantes obras se deban a un personaje como Bergman (como cualquiera de nosotros), probablemente el libro nos resulte útil y su lectura, a la larga, cuando la memoria olvide lo olvidable, un gozo.
Título original | Laterna magica |
Título castellano | Linterna mágica (memorias) |
Edición | Tusquets (Barcelona y Buenos Aires) |
Colección | Fábula |
Traducción | M. Torres, F. Uriz |
ISBN | 81-7223-271-9 |
Original, 1987 | Versión castellana, 1988 |
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