Lo siento, debería haber comenzado así. Todos los escritos que he leído en relación a Bergman comienzan así, o al menos contienen como una de sus premisas el hecho de que la obra de Ingmar Bergman se explica a partir de la problemática de su educación puritana.
El propio Bergman ayudó a que se tejiera este entramado de espurias interpretaciones de su vida: en la elección de los personajes pone en primer plano las evocaciones autobiográficas; utiliza fragmentos de su propia historia como temas, argumentos y alusiones -o muy explícitas o explicitadas por él mismo-; en fin, de cara a los intérpretes (e incluyo en esta categoría a todo espectador) puso su persona en el centro de las claves hermenéuticas de su obra.
Y venimos de un siglo donde los conflictos psicológicos personales parece que son claves hermenéuticas de más calidad que cualquier otra clave, así que estamos también meridianamente dispuestos a creer en esta centralidad de Bergman en la obra de Bergman.
¡Además la obra es de Bergman, qué mejor que leer a Bergman desde Bergman!
Y sin embargo es falso que la obra de Bergman pertenezca a Bergman y deba ser explicada por la vida y los conflictos de Bergman. Como todo gran poeta, Bergman es también un gran mistificador, e hizo de las referencias personales un lugar donde seguir jugando al juego creativo.
Uno de los estragos que produce este desplazamiento de la obra hacia la persona del artista lo podemos ver patentemente en una anécdota de la filmografía del propio Bergman: en 1950 dirige una película titulada "Esto no debe ocurrir aquí" ("Sånt händer inte här"), el libro era de Herbert Grevenius, basado a su vez en una novela de Waldemar Brøgger; la película tenía carácter político, algo ajeno a lo habitual en sus films. Con posterioridad Bergman repudió esta obra, considerándola fuera de su arte; como resultado de este repudio, la obra es una de las más -si no la más- difíciles de conseguir, como si la opinión de Bergman acerca de su obra fuera la instancia decisiva de la verdad de esa obra.
Soy consciente de que es muy habitual entregarle sin más al autor la llave de la interpretabilidad de su obra; precisamente por eso insisto en este punto, y lo haré con otra anécdota de la obra bergmaniana:
En 1972 filma una de sus obras fundamentales, "Gritos y susurros" ("Viskningar och rop"); obra clave en la exploración del alma femenina -desde el punto de vista de su temática-, y decisiva -desde el punto de vista de sus recursos expresivos- en el uso de una paleta de colores estridente, que logra envolver las muy realistas escenas en un aura de irrealidad pictórica.
Bergman dio muchísima importancia a este título, e incluso lo señala -junto a "Persona"- como uno de sus preferidos, y, refiriéndose a él, dice en un reportaje cercano al estreno: "Este film es sobre mi madre. Ella está representada por cuatro mujeres diferentes. "
Treinta y dos años más tarde, en el interview "Bergman y el cine" de Marie Nyreröt, Bergman, citando precisamente este fragmento de entrevista, dirá: "Eso fue una mentira para los medios. Fue una observación espontánea y descuidada. Hasta hoy me persigue, pues desde entonces ha sido ligada al film. Algunos comentarios estúpidos que uno hace tienden a tomar vida por sí mismos. Fue una mentira. Lo dije sólo para tener algo que decir."
Como en el viejo enigma del pueblo de los mentirosos y el de los veraces... ¿cómo saber a cuál Bergman creer? ¿al de 1972, inmerso en el clima creativo del film, que habla de él con el entusiasmo de quien pertenece aún al "círculo mágico" de la obra? ¿al de 2004, que ve en aquella opinión de 1972 una innecesaria sobreexposición de su intimidad?
Uno de los aspectos más grandes, y me atrevería a decir que más misteriosos, de la creación artística es que el autor está tan capacitado para entender su obra como el menor de sus espectadores. No está menos capacitado, pero tampoco más: la obra trasciende todas sus interpretaciones, incluyendo en esta trascendencia la interpretación que de ella puede hacer el autor.
Es verdad que tendemos a sentirnos más seguros frente a la obra si el autor nos dice lo que esto o aquello significa; pero es una falsa seguridad: si la obra pudiera decirse en otros términos que como ella misma habla, sería completamente innecesaria y vacía.
La función de una interpretación no es decirnos lo que la obra "significa", sino más bien incorporar el mundo de la obra al nuestro, dejando a la obra donde está, descansando en sí misma, en la trascendencia de toda significación; y esta incorporación le cabe a todo intérprete, sea o no el autor. Esto quiere decir, en último término, que las dos afirmaciones de Bergman pueden ser ciertas:
- Quizás el lugar interior a partir del cual él mismo se apropió interpretativamente de su obra haya sido la evocación de su madre.
- Y al mismo tiempo, limitar la obra a una evocación de la madre de un señor sueco, por muy Ingmar Bergman que sea, es tan desproporcionado, que la referencia termina anulando la importancia del film.
Tengo la impresión de que el mayor guión de Bergman fue la "novela familiar" con la que nos ha inundado a partir de esas referencias personales hechas de nombres, lugares, y hechos que terminan resultando "de la casa" y volviendo al espectador uno más de su familia...
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