Es muy bueno hacer lo que uno quiere. Algunos caracteres ancestralmente anarquistas funcionamos mal bajo la presión del encargo. Pero la "libertad creativa" puede resultar también una ideología, y puede resultar también paralizante si uno no se prepara para las nefastas consecuencias económicas de hacer sólo lo que a uno "le sale" hacer.
Muchos de los grandes han hecho lo que querían, e incluso han conseguido quién se lo financie. Pero no es esencial a la grandeza; también muchos han hecho lo que necesitaban para comer, y han logrado "lo grande", que resultaba ser también el encargo ocasional. Mozart, por ejemplo, ha escrito gran parte de su obra por encargo, lo que no quita ni una mota a la grandeza de esa obra. Es un prejuicio muy negativo suponer que una obra será menos grande porque ha sido hecha bajo la presión del encargo.
Se me ocurrió ahora poner un post sobre este tema porque he leído muchas veces que la malograda "Sånt händer inte här" ("Esto no puede ocurrir aquí", 1950) terminó en fracaso porque fue un encargo de la Svenk Filmindustri y no un proyecto de Bergman, dando por supuesto que las dos cosas se oponen. Bergman reflexiona así en "Imágenes":
«[Sånt händer inte här] Para mí fue una tortura, un buen ejemplo de lo mal que uno se siente cuando hace algo que no quiere hacer. No era la situación de encargo como tal lo que me dolía. Cuando más tarde, durante la crisis cinematográfica, hice una serie de películas publicitarias para el jabón Bris, me pareció divertido desafiar a la estereotipada industria publicitaria jugando con el género y rodando películas en miniatura a imitación de Georges Méliès. Las películas de Bris nacieron para salvarme la vida a mí y a mis familias. Pero ése era un problema secundario. Lo principal era que podía disponer libremente de los recursos económicos y hacer exactamente lo que quisiese con el mensaje comercial. Por cierto, siempre he tenido dificultades en indignarme cuando la industria viene corriendo con dinero para la cultura. Toda mi carrera cinematográfica ha estado patrocinada por el capital privado. A mí no me han regalado nunca nada por mi cara bonita. El capitalismo como patrón es cruelmente sincero y bastante generoso cuando le conviene. Uno nunca necesita dudar sobre su cotización del día -una experiencia útil y enriquecedora.» (pág 242)
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