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Sinopsis argumental:
Marta y Stig, músicos los dos en la misma orquesta, hace siete años que están casados y tienen dos hijos, mellizos. Han atravesado graves crisis de matrimonio, pero ahora se han reconciliado, y ella se irá unos días a la casa de su madre con los niños, a lo que se unirá luego él. Pero un accidente grave la mata a ella y pone en grave riesgo a la hija.Allí comienza la película, que contará en flash-back la historia de la pareja, desde que se conocieron, se enamoraron y se casaron, pasando por los problemas del matrimonio, hasta la reconciliación y la muerte de ella.
Todos estos recuerdos los tiene Stig mientras está sentado esperando que la orquesta comience a ensayar el cuarto movimiento de la 9ª de Beethoven. El director -Sönderby-, además padrino de la pareja, le ofrece que no ensaye, pero él se queda, y escucha las explicaciones de Sönderby acerca de la clase de alegría de la que habla el Himno de Schiller-Beethoven ("Till glädje"). Esas palabras, el Himno a la alegría, y los hijos, lo reconcilian con la vida, a pesar de todas las desgracias.
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De modo que me referiré a ella con su nombre original o con la traducción correcta, pero sepa el lector que si la busca, la encontrará comercialmente con el nombre de «Hacia la felicidad».
Dicho -o redicho- esto, aprovecho el comentario para recomendarla muchísimo; me parece una de las grandes pequeñas-perlas de la primera producción bergmaniana. Es de 1950, un año antes de Sommarlek -Juegos de verano (o «Juventud, divino tesoro» en Argentina)-, de 1951, que podría ponerse como última del aprendizaje, primera película que ya puede decirse «de firma».
Till glädje está allí, en el límite: se nota ya el estilo propio, y a la vez tiene todavía rasgos amateur, propios de toda la primera etapa, sobre todo el complicar innecesariamente la historia.
Tanto en Linterna mágica como en Imágenes no da Bergman una buena valoración de esta película. A mí me resulta evidente que es una de las que no volvió a ver, porque no podría decir lo que dice si la hubiera revisitado. En fin, ya se sabe: nunca confiar del todo en el juicio del autor -de ningún autor- sobre su obra. Leamos, de todos modos, algún párrafo:
«"A la alegría" es una película desesperadamente irregular, pero tiene cosas aceptables. Una escena buena es la disputa nocturna entre Stig Olin y Maj-Britt Nilsson. Es buena gracias al talento de Maj-Britt Nilsson. Es auténtica porque muestra de una manera honesta mis propias complicaciones matrimoniales.
Pero "A la alegría" también es un melodrama imposible. Una fatal cocina de gas estalla al principio de la película y la Novena Sinfonía de Beethoven se explota sin escrúpulos. En realidad no tengo nada en contra del melodrama o del llamado culebrón. Quien usa el melodrama de un modo correcto dispone de enormes posibilidades emocionales. Como en Fanny y Alexander, puedo alborotar con total libertad. Sólo tengo que saber dónde está la frontera de lo inaceptable o ridículo.
No lo sabía en "A la alegría". La conexión entre la muerte de la mujer y An die Freude de Beethoven es descuidada e inconcebiblemente frívola. Mi historia original era mejor. Sencillamente, terminaba con la separación de los esposos. Es verdad que los dos se quedan en la orquesta, pero ella ha recibido una oferta de Estocolmo que acelera la separación.
Por desgracia no pude dar forma a este sencillo y duro final.» (Imágenes, pág. 240)
La escena que él ve como buena es realmente excelente (si se refiere a la discusión acerca del embarazo), pero no es la única parte alta de la película. No entiendo por qué lo llama «un melodrama imposible», en realidad no lo es para nada; la cocina de gas estalla como puede estallar cualquier cocina, sin pedir permiso, y el uso de «An die Freude» es totalmente correcto... ¿explotado sin escrúpulos? ¡pero si da nombre a la película y es el molde sobre el que se siente la cuestión de la alegría!
No se puede mirar ni valorar Till glädje pensando en El séptimo sello, y mucho menos en Fanny y Alexander o Sarabanda. Se trata de etapas distintas en la carrera artística. Por supuesto que el mundo giraría igual sin Till glädje, cosa que no ocurriría sin Fanny y Alexander... por algo una es de aprendizaje y la otra de madurez; pero aceptada esa diferencia, Till glädje es una película a la que se disfruta minuto a minuto.
Me hizo gracia otro comentario que hace Bergman inmediatamente después del que cité:
«Hay una debilidad general en mis películas de este período. Soy incapaz de representar la felicidad juvenil. Probablemente el problema radique en que yo nunca fui joven, sólo inmaduro.»
Digo que me hace gracia, por dos motivos:
-Porque yo mismo me he representado durante años mi propia juventud así, como «sin juventud».
-Porque antes de haber leído ese comentario de Bergman, cuando hace un tiempo redacté el escrito sobre los nombres de las películas de Bergman, dije sobre Till glädje «[...] es juvenil, es fresca, profunda, visualmente bella [...]»
Viendo la juventud de mis hijos me he comenzado a dar cuenta que eso de «no haber tenido juventud» era una percepción inmadura sobre mí mismo. Dentro de mi círculo de gente (Dios nos cría, el viento nos amontona...), muchos me han comentado esa misma percepción de «no haber tenido juventud». Lo que sucede, creo yo, es que uno compara con otras juventudes -a las que necesariamente ve de afuera-, con otras experiencias, incluso con las imposturas de juventud que se venden en los diversos medios, y no resiste la comparación. La juventud vivida es mucho más insoportable que la juventud pintada por la literatura o el cine de entretenimiento; se parece muchísimo más al Stig Olin de Till Glädje que a los modelos de vitalidad juvenil que nos quieren machacar en las películas de Hollywood.
¿Felicidad juvenil? sólo los que ya no son jóvenes y han perdido la memoria pueden pretender imponer a los jóvenes esa pesada carga de «ser felices». «Till glädje», es un título intraducible, porque aunque se refiere a la Novena de Beethoven -como ya señalé-, esconde también ese doble sentido que en castellano se pierde: retrata también una de las primeras etapas de un camino que puede desembocar, tal vez, en algo que pueda llamarse «felicidad».
Mención especial merece el estupendo trabajo de Victor Sjöström
En estas escenas lo vemos en la orquesta, cuando le anuncian que stig ha tenido mellizos, y en el campo, en rol de "abuelo"
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